La noticia procedente de Italia sobre un error provocado por un equipo médicos al realizar un aborto, conmueve a la opinión pública.
En el Hospital San Paolo de Milán, la ciudad más industrializada de Italia, cuya población cuenta con un alto standard de vida y un poder adquisitivo que le permite contar con servicios de salud de alta tecnología; recientemente se practicó un aborto selectivo, debido a la detección de una alteración cromosómica en uno de dos gemelos de tres meses de gestación.
Por un error impensado, el equipo médico a cargo, eliminó equivocadamente el feto sano en lugar del que registraba la anomalía.
Los profesionales conocían la posición del embrión afectado, sin embargo antes de la intervención imprevistamente los gemelos cambiaron de posición invirtiendo sus lugares.
La madre, que tiene cuarenta años, luego de someterse a un estudio prenatal para detectar alteraciones cromosómicas u otros trastornos, supo que uno de los fetos nacería con el síndrome de Down, por lo tanto, decidió someterse a un aborto selectivo y continuar con la gestación del feto sano.
Ambos fetos de sexo femenino, no presentaban otras malformaciones visibles, pero al enterarse de la equivocación de los médicos pidió la eliminación del segundo feto.
Como cabe esperar, la mujer presentó una denuncia judicial contra el hospital mientras sus directivos anunciaban que lo que había ocurrido era una fatalidad, pero que realizarían una investigación interna sobre la responsabilidad del equipo médico.
El aborto es una práctica autorizada en Italia por ley en situaciones graves de embarazos múltiples que presentan defectos. Esta es una técnica que según la ciencia médica tiene un mínimo de riesgo para el resto de los embriones.
Este caso nos lleva a replantearnos el significado de lo que se considera normal y anormal en un ser humano.
Al margen de las implicancias morales que tienen estas cuestiones, mi experiencia clínica me ha demostrado que muchas mujeres con trastornos depresivos recurrentes que tuve oportunidad de atender, habían sido sometidas en sus vidas fértiles a uno o varios abortos y para algunas de ellas esta práctica era tan habitual como asistir al dentista
Estas intervenciones abortivas, que por sus propias características no son consideradas, por la mayoría que se somete a ellas, como duelos; producen un trauma que se conserva intacto en la conciencia, el cual aflora ante cualquier situación posterior de pérdidas, que se terminan expresando en forma patológica.
La naturaleza tiene muchas maneras de defenderse de las amenazas contra la vida, y el cambio de posición de los fetos frente a una amenaza real puede ser una de ellas.
Si está comprobado que los fetos sufren la falta de afecto y el rechazo, por qué no podrían percibir también un peligro inminente de muerte?.
Los errores de los médicos se tapan con la tierra de los sepulcros. Todos sabemos que se han practicado amputaciones de miembros sanos por error e intervenciones quirúrgicas que han eliminado órganos sanos, ovarios equivocados; y extraído ojos que ven en lugar de los que no ven.
Una vez que el daño está hecho es irreparable y de nada sirven las indemnizaciones cuando uno se queda ciego, sin las dos piernas o sin ningún hijo, como en este caso.
La ciencia ficción es un pálido reflejo de la realidad que vivimos, que siempre la supera con creces.
29 de diciembre 2009